Autoría: CNT AIT Murcia
Dos elementos básicos del anarcosindicalismo y del funcionamiento de la CNT AIT que chocan mucho en la sociedad actual, donde las luchas y análisis de clase se han diluido en el magma neoliberal del Estado de Bienestar y de las democracias como garantes de la vida, son: que no se admita la afiliación de las fuerzas de seguridad del Estado ni autoridades religiosas, y tampoco a empresarios que asalarien a gente para que su negocio salga adelante.
Del tema de la policía se ha hablado ya bastante porque es lo más vistoso, porque está clarísimo que la policía, la Guardia Civil, el Ejército y los carceleros son los encargados de mantener el orden capitalista contenido en el recipiente carcomido del Estado. ¡Si quieren ser policías, que se vayan a la JUSAPOL! Aquí no tienen cabida. Pero ¿por qué no pueden afiliarse personas que asalarian a otras?
Partimos de que los anarquistas y anarcosindicalistas consideramos el trabajo asalariado (en cualquiera de sus formas y aunque trabajemos «de lo que nos gusta») como la pieza clave del sistema capitalista despiadado que perpetúa la sociedad clasista y la miseria de la clase trabajadora que vende sus cuerpos y mentes y tiempos por un salario del que comer y desenvolverse en esta vida que se encarece por momentos. Eso convierte el trabajo asalariado en un artefacto maquiavélico y criminal que nos arrebata el dominio de nuestras propias vidas y por tanto queremos acabar con él. Muchos desde el anarco-comunismo o comunismo libertario y otros desde otras corrientes, anhelamos una sociedad sin clases, sin explotadores ni explotados, sin amos ni siervos, sin oprimidos ni opresores de ningún tipo (no solo de clase, aunque aquí nos ocupemos concretamente de esta categoría), donde la vida se desarrolle de forma comunitaria, pero respetando y valorando la individualidad. Las personas que asalarian, nuestros jefes, aunque nos doten de los derechos laborales que la ley estipula (já, la ley) para nosotros siempre serán perpetuadores del régimen jerárquico capitalista donde siempre hay unas personas que se sitúan por encima de otras para vivir establemente, aunque ello suponga que sus asalariades deban vivir a merced de su estabilidad. Por lo que, resumiendo, no aceptamos asalariadores porque no son clase trabajadora, sino que perpetúan la condición de servidumbre de la misma (lo vuelvo a repetir: aunque sean humildes, tengan algo en cuenta a sus empleados y cumplan la ley -já, la ley-).
Muchas personas nos dirán: pero también son trabajadores y tienen que comer. Bien. Aquí un dato histórico para arrojar luz al asunto. Durante el proyecto de Revolución Social de marcado carácter anarquista que se emprendió en la Guerra Civil española de 1936, se llevó a cabo una recuperación de las tierras, los medios de producción y los servicios y que se plasmó, sobre todo, en las colectivizaciones (las cuales es importante no idealizar) donde se pretendió instaurar el comunismo libertario con mayor o menor alcance y con sus luces y sombras. En muchas de esas colectividades existía una premisa: si no quieres trabajar la tierra y los medios de producción que son de toda la colectividad, así como son de toda la colectividad los frutos que se obtienen, puedes trabajar tu propia parcela de tierra y obtener sus frutos, pero no abarques más tierra y medios de los que puedes trabajar por ti mismo, porque si asalarias (explotas) aunque sea a una sola persona para que trabaje tus medios y obtenga lo que serán tus beneficios, la tierra tuya pasará a ser de la colectividad, donde todos la trabajaremos y disfrutaremos los frutos que dé.
En la sociedad actual, donde las condiciones sociales, políticas y económicas impiden desarrollar inmediatamente y a mayor escala la recuperación de los medios de producción y la implantación de un modo de vida comunitario sin jerarquías, es fundamental sentar las bases de la sociedad que anhelamos y trabajar por ello. Y eso pasa por no organizarnos con aquellos que, por muy afines que resulten sus ideas, perpetúen el régimen clasista que queremos abolir. Por lo que, en los sindicatos libertarios (en España la CNT AIT) no pasamos por aceptar la afiliación de personas que asalarian a otras en pro de su propia estabilidad vital.
Y nos volverán a decir: pero son trabajadores y les estáis dejando fuera. A lo que nosotros responderemos: si quieren ser empresarios, que no abarquen más de lo que puedan trabajar con sus propias manos. Este sindicato no es su lugar, porque luchamos por la urgencia de la mejora de las condiciones de la clase trabajadora, y por la utopía de la sociedad sin clases y sin ninguna jerarquía de cualquier índole, autoorganizada sin gobiernos y donde las personas seamos dueñas de nuestras propias vidas sin la necesidad de ejercer poder sobre nadie.
Nunca será una sociedad perfecta y por sí misma no traerá la felicidad, despojémonos de las posturas positivistas de antaño y de la idea de llegar a una sociedad perfecta que se mantenga estática e ideal en el tiempo. Pero, al menos, nosotros seremos los justos responsables de mejorarla y de reinventarla y, por supuesto, de decidir por nosotros mismos su devenir.