Una clase social, la nuestra, sacrifica su vida, sometida a un sistema productivo que permite a la burguesía acumular riquezas de forma infinita.
El Estado, por medio de sus cuerpos de represión, siempre se ha opuesto violentamente a todo avance en derechos tanto sociales como laborales, sexuales y de todo tipo. No olvidemos que el reconocimiento de los derechos humanos y sociales ha sido y es una conquista de los movimientos obreros y sociales en la calle, no un regalo estatal o patronal, y que en la práctica, son vulnerados continuamente.
Los Estados utilizan las leyes para legitimar el sistema de explotación basado en las desigualdades de clase, en los que una clase social tiene el control de la economía y por tanto el control del gobierno, de los medios de producción, de los medios de comunicación y de la justicia; mientras que otra clase social, la nuestra, sacrifica su vida, sometida a un sistema productivo que permite a la burguesía acumular riquezas de forma infinita. En estos momentos la clase trabajadora está sufriendo una de las peores crisis del capitalismo, con casi 4 millones de paradas, 900.000 personas todavía en ERTE y unas condiciones cada vez más precarias en el mercado laboral; sin embargo, no dejamos de ver cómo miembros de la realeza, políticos, empresarios y demás miembros de la alta sociedad, de ideología liberal todos ellos, reciben trato de favor por parte de la justicia ante sus multimillonarios crímenes mientras nuestras hermanas y hermanos de clase obrera son perseguidas, agredidas y encerradas por reivindicar derechos y justicia social en las calles.